!POR UNA PEDAGOGÍA DE LA MUERTE YA¡



Desde mí punto de vista: El Plan de Acción Tutorial vigente en cada centro debería contener una propuesta de objetivos, dinámicas y materiales para trabajar la muerte en el aula, bien de forma preventiva o paliativa. Es vital formalizar la atención pedagógica y emocional que ofrece el centro y no dejarlo únicamente en manos de la educación no formal. La realización de tareas o tutorías semanales (al inicio y final de la semana), durante el tiempo que se considere apropiado (por ejemplo, dos semanas), constituyen un espacio físico y temporal que permite atender las necesidades emocionales del grupo aula. En dichas tutorías, el tutor y el orientador habrán decidido con qué metodologías, actividades y temporalización van a contribuir a la elaboración del duelo de los alumnos afectados y del grupo o grupos aula, teniendo en cuenta los indicadores cognitivos, emocionales y de rendimiento escolar que se hayan observado y observen en el transcurso de las mismas, y que pueden orientar acerca de la evolución del alumno en su proceso de duelo. El Plan de Acción Tutorial debería contener objetivos, dinámicas y materiales para trabajar la muerte en el aula, bien de forma preventiva o paliativa. Poniendo especial atención en detectar y trabajar: problemas de atención y concentración, de memoria, posible disminución del rendimiento escolar, problemas de ansiedad y arranques repentinos de llanto. Es importante la puesta en marcha de actividades concretas que propicien la comprensión e integración emocional, teniendo en cuenta el tipo/dimensión del fallecimiento, los niveles educativos y los recursos a utilizar. Nunca estamos preparados para afrontar la realidad de la muerte, y probablemente, evitamos tener que pasar ese trago. “Los niños y niñas conocen desde pequeños que pasaron nueve meses en el vientre de su madre, pero, con frecuencia, desconocen la muerte de personas próximas porque se les dice que han marchado de viaje, o que han cambiado de domicilio, o bien que se han convertido en estrellas, que están el cielo…La ocultación de la muerte se inicia muy pronto en la biografía de cada uno de nosotros”. Pero lo inevitable de la muerte ha de abrir la posibilidad de salir a su encuentro con el menor número de escudos posible. Por eso, creo que es fundamental una pedagogía de la muerte dirigida a toda la comunidad educativa: educadores, docentes, familias, tutores…) parade ese modo deconstruir tantos malentendidos y murallas que nos sitúan en posición de escaso aprendizaje ante la muerte. A partir del tabú cultural y educativo que ha blindado la muerte como lugar de aprendizaje, hemos de deconstruir: Los miedos a las preguntas, la alergia ante la pregunta necesaria; el miedo a la muerte que conduce al rechazo a ni siquiera soportar hablar sobre ella. La cultura del éxito, que solo sabe de ganancias y subir en la escala social, y que no se permite la posibilidad del menor fracaso. La eterna juvenilización de la vida, que prolonga en modas, lenguaje, estética e intervenciones quirúrgicas una juventud que solo es una etapa de la vida. El poder como dominio del otro, como instalación en una especie de pedestal todopoderoso que a uno le hace creerse un dios que puede con todo. La mala prensa que tiene la posibilidad de dudar. Tenemos que saberlo todo y tener respuestas para todo. La muerte nos sumerge en el misterio más insondable de nuestra vida. Y no tenemos respuesta cierta. Y nuestras creencias no nos dispensan de poder dudar. Pero necesitamos permitirnos dudar. La secularización de nuestra sociedad que eclipsa la pregunta religiosa y tiene serias dificultades para afrontar con rigor las cuestiones últimas de la vida. Si nos adentramos en estas tareas podemos ir descubriendo las actitudes básicas con las que nos enfrentamos como adultos y educadores ante la muerte. Por un lado, nos podemos encontrar con las actitudes negativas de rechazo a la muerte, y en la que el tabú cultural puede a la voluntad personal, y también nos podemos encontrar con la indiferencia que hace a muchas personas deslizarse sobre esta cuestión, sin necesidad de profundizar porque la muerte, dicen, no les afecta. Son posturas simplistas y que entorpecen la posibilidad de una sana pedagogía de la muerte entre sus alumnos. Por otra parte, podemos encontrar personas cómo me ha ocurrido a mí, que en esta deconstrucción descubren la muerte como una realidad y un tema importante para la vida, para la suya personal y la de sus alumnos. Y en esa misma dirección, estas personas entienden que la muerte es un lugar educativo, con amplio calado formativo vinculado a la construcción de la persona. La muerte es educable en tanto que nos permite profundizar en zonas de difícil acceso, pero donde se nos hace más comprensible la realidad en su complejidad. Realizado este primer paso deconstructivo, que nos coloca en la posibilidad de aprender y profundizar, seguimos avanzando. Probablemente, las preguntas que se formulan y nos formulan nuestros alumnos no están lejos de las que nos podamos hacer nosotros mismos como personas adultas: ¿La muerte es el final?¿La muerte forma parte de la vida?, ¿Qué ocurre cuando nos morimos?, ¿Qué hay después de la muerte?, ¿Qué pinta Dios en todo esto?... Sin duda, la muerte interpela la calidad de la fe adulta. Pero de manera inicial interpela nuestra condición humana. Cualquier aproximación a la realidad de la muerte nos abre a aceptar el misterio que la constituye. En tanto que misterio es lógico que nos desasosiegue y nos deje con más preguntas que respuestas. Resulta un lugar común reconocer que la muerte nos descoloca, nos desprotege y nos deja desolados. Quien huye de la muerte se anestesia para el vivir cotidiano. Nuestra aproximación a la muerte es desde la vida y para la vida, puesto que la muerte forma parte del itinerario vital. Eludir estas cuestiones, en definitiva, eludir la cuestión de la muerte, de nuestra propia muerte, equivale a adormecer nuestra propia vida y atravesarla con baja intensidad. Por eso, pensar la muerte, lejos de caer en una extravagancia extemporánea, es una forma privilegiada de humanizar nuestra vida y la vida que nos rodea. Más aún, al mirar de frente a la realidad de la muerte nuestra vida adquiere sentido y valor. Así podemos llegar a apropiarnos de nuestra propia muerte, en el sentido de que la hemos pensado, preparado, pre-vivido de alguna manera. La muerte como realidad personal, es una propiedad que cada cual ha de cuidar y preparar a lo largo de la vida. Hay que asumirla, aceptarla, reconocerla y responsabilizarnos de ella. De esa forma, la vida merece ser vivida y exprimida hasta el final con todas sus consecuencias. Apropiarse de la muerte significa estar en las mejores condiciones para saborear la vida en profundidad.

 • Recurso a tener en cuenta:

- Blog de ayuda en duelo La Fundación Mario Losantos del Campo.

En este blog encontramos artículos para ayudar a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido y también ofrece reflexiones para el aula. 

https://www.fundacionmlc.org/blog/

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